¿Superinformados?

“El ciudadano privado de hoy día llega a sentirse como un espectador sordo de la última fila, que debiera mantener su atención fija el la trama general, pero apenas puede conseguir mantenerse despierto”. La observación de Lippman data del año 1925 pero bien puede adecuarse a nuestros días.

Hoy, a pesar del crecimiento y la accesibilidad de la información, tener conocimiento exacto de los asuntos públicos no es tarea fácil. El ciudadano de hoy se encuentra bombardeado con noticias de todo tipo, a toda hora y en todos lados; recibe información aunque no la busque. Esto es positivo porque más gente recibe ideas que de otro modo no las advertiría. Pero al mismo tiempo obnubila y ahoga al hombre en una batahola de datos que resultan imposibles de asimilar.

Hace unos años, Carlos Ulanovsky publicó en su columna de “La Nación” lo siguiente: “La información en acertada medida orienta, propone conocimientos, facilita la elección. Una cantidad exorbitante confunde, desvía, provoca desarreglos.”

Creo que la “falta de competencia” de la que habla Vincent Price, aplicada a nuestros días, es la abundancia de información, fenómeno producto del crecimiento tecnológico que ha llevado a saber un poco de todo y nada en concreto. A que los temas sean fácilmente olvidados y a que de este modo las clases dirigentes puedan cometer crasos errores, soporten un rato el abucheo de la gente, dejen pasar un par de días y esperen a que la ola informativa arrase con el mal recuerdo y todo vuelva a la normalidad.

Bien para ellos, pues gobernar a marionetas olvidadizas que reciben y desechan información en pocas horas es más fácil que lidiar con una opinión pública activa, pensante y lúcida.

S. Melchiori