13/6/14

otra vez un cerdo en casa

Ya me pasó una vez, hace tiempo; era primavera y el árbol que habíamos plantado no era más alto que el tapial. En lugar de orégano, en ese rincón crecía en proporciones absurdas una planta de albahaca. El dinero que ganábamos no nos alcanzaba para enrejar el ventanal. Yo cocinaba peor que ahora, y aún no éramos papás. Parece que estoy hablando de un pasado lejano, pero a decir verdad, no pasó demasiado tiempo desde la vez que encontré un cerdo y una oveja en nuestro patio.
En aquel entonces me desviví sacando conclusiones, pensando cómo habían venido a parar acá, a quién pertenecían. Incluso no tenía claro qué hacer con ellos.
Hoy, que ya cocino mejor, que estamos en otoño y que la punta del ginkgo biloba se alcanza a ver desde el otro lado creo fervientemente que hemos edificado arriba de un yacimiento de animalitos de juguete.



1/6/14

de criollas, dancing y urquizo

Todos los días se aprende algo nuevo. Alguien nos sentenció con esa premisa una vez y desde entonces nadie la cuestiona; por el contrario, se la repite como al Padrenuestro, sin detenerse a pensar demasiado en lo que se está diciendo. ¿De verdad aprendemos algo nuevo todos los días? No se, es probable, incluso que aprendamos más de una sola cosa por día, como también puede que pasen días sin que aportemos demasiado a nuestro capital intelectual. Depende. De lo que sí estoy convencida es de que todos los días ocurren hechos suspensivos. Vivimos a mil y no tenemos tiempo para detenernos en aquella pavadita que nos llamó la atención, que nos causó sorpresa y que por un ratito nos sacó de donde estábamos y nos elevó. Seguimos de largo.
Borges lo dijo mejor: “Entre cada tarde y cada mañana ocurren hechos que es una vergüenza ignorar”.
Sin conocer esta frase y sin estar demasiado convencida de tener material, hace cinco años armé este blog con la idea de escribir sobre esos mundos lo suficientemente poderosos como para suspenderme, pero sin ese carácter de cosa pública que tienen los hechos que son convertidos en noticias. Y acá me veo, bastante más grandecita que en el abril del 2009, medianamente convencida de que todos los días aprendemos algo.
Ayer, por dar un ejemplo, aprendí que si una quiere mandarinas no basta con ir a la frutería y pedir mandarinas, porque hay varios tipos de mandarinas y no valen todos lo mismo. Ayer aprendí que en lo de Chiche pueden conseguirse mandarinas "dancing", "urquizo" y "criollas". Las dancing son de un naranja hermosamente brilloso, las criollas tienen la piel finita y pegadita al cuerpo, mientras que las urquizo son esas más fáciles de pelar porque la cáscara está como suelta, como ropa que le queda grande.