22/4/11

recuerdos para turistas

De cada lugar que conocimos durante el viaje que hicimos después de casarnos me traje y dejé algo.

De Bahía Blanca me traje los caracoles del suelo y dejé el mar contaminado por las industrias. De Chole Choel me traje el río y dejé la siesta polvorienta. En Neuquén dejé tantos autos y me quedé con las calles. En Junín de los Andes dejé la apatía y me traje los ginkgos amarillos. De San Martín me traje el Lacar, y dejé la promesa de regresar con alguien más. De Villa La Angostura traje truchas y dejé el mal tiempo. En Temuco dejé una multa y traje respeto. De Santiago me traje el orden de lo público y dejé un piropo inoportuno. De Valparaíso traje sopaipilla y dejé el olor a pis de un baldío. En Viña del Mar dejé huellas en la arena y me traje azul y me traje sal. En Con Con dejé a Sabina sonando en un bar y me traje camarones con queso y una Canada Ginger Ale. En Mendoza dejé las horas de sueño que hacía días no tenía, y me traje la tonada que escuchaba un sereno. En Merlo dejé todas las ventas de artesanías y me traje el mejor atardecer, digno de un cóndor. En Rosario dejé un dolor de estómago y me traje, impregnado, el olor portuario a marihuana.




20/4/11



No es más de lo mismo, no da igual casarse o no casarse por más años de convivencia, hijos, y agua que haya corrido debajo del puente. No es sólo un papelito firmado, como simplifican quienes desconocen y quienes le huyen a la ley matrimonial. 
Una ceremonia religiosa, sea del credo que sea, no es cumplir el sueño de entrar de blanco; parece un cuento de hadas, por lo mágico, pero es real.
El anillo no es carcelero, como dicen los Auténticos, es símbolo de la unión entre dos. Dos que se unen para andar juntos, no para atarse.
Las palabras tienen sombra, tienen peso, pelos y transparencia, dijo Neruda, por eso lo aclaro. 
No nos daba lo mismo seguir como estábamos, que casarnos. 

¿francesita o vía láctea?

Elegí Vía Láctea porque la francesita ya pudre
Unos días antes de casarme se me dio por hacer cosas que no había hecho durante mis 26 años de soltera; como ir todos los días de la semana al gimnasio pretendiendo tonificar todo aquello que no se tonificó en dos décadas y medias, al tiempo que buscaba calmar la ansiedad con el monótono pedaleo del indoor cycling, más conocido como spinning, o lo que en criollo se diría "bicicleta fija".

No caí, como otras novias próximas a dar el sí, en las redes electroestimuladoras de las ondas rusas, el ozono o el drenaje linfático, pero sí confieso haber entrado a un salón de belleza y haber pedido turno para que me hicieran las manos y los pies.