27/9/12

Miguelina viene llegando

Hay gente, como Marga, que tiene el grandioso don de hacerle honor a nuestra lengua. Gente, como Marga, que conoce las palabras, les sabe su peso, su color, y las pone en el lugar adecuado.
Allí donde va una, no va otra. Así escribe Marga, sencillamente hermoso. Orgullosas están ellas, las palabras, porque las usa con amor. Como si vistiera a una muñeca y al finalizar la perfumara.

Hoy Marga le regaló un texto a Sabimamá, y a Sabimamá se le llenaron los ojos de lágrimas y el corazón de emoción.


Vida entre tu vida, 
remolino de luz 
viene llegando tu niña, 
ajena al tiempo, 
 a tus tiempos... 
Soles y lunas 
acunaron tus desvelos 
alargando la espera 
fogoneando el deseo 
de tenerla entre tus brazos
en tu pecho de luna llena, 
Sabi, 
Miguelina viene llegando...






26/9/12

celeste

Hoy el cielo tiene el color de sus ojos.

12/9/12

el trabajo de los niños

El último día del niño, el grupo de apoyo escolar de Caritas de la Catedral de Gualeguaychú llevó al parque a los chicos de la Guardería Nazaret. Allí les entregaron los derechos del niño, conversaron un poco y les pidieron que el que quiera tome algún derecho y escriba algo.
El viernes siguiente, una nena de 11 años entregó esto:


Los derechos del niño 
Un día 5 niños que vivían en un rancho estaban solos en su rancho, sus padres se fueron a un casino a jugar. Cuando sus padres llegaron a su rancho ya era muy tarde y los chicos ya estaban dormidos, entonces su padre los disperto para que salgan a pedir comida y plata. Porqué ellos abían perdido toda la plata que les quedaba , ni los niños ni ellos tenian para comer, por eso los mandó a pedir. Aunque no era la primera vez que los chicos salian a pedir ya estaban muy acostumbrados. 
Por eso existen los derechos del niño para que los chicos no salgan a pedir y para no trabajar porque los trabajos los hacen los adultos. Los chicos trabajan en la escuela.

8/9/12

una noche como esta II

Tanta lluvia me ha vuelto memoriosa, no tanto como Funes pero sí más de lo que habitualmente soy. El 3 de septiembre no esperaba acordarme que se cumplían nueve años de la primera vez que sentí el vértigo del aire de radio y sin embargo pude revivir y dejar escritas en este blog aquellas primigenias sensaciones.
Hoy, que de casualidad me di cuenta que es ocho de septiembre, me acordé que hace tres años estaba en una de las aulas de la U.C.U defendiendo mi tesina de periodismo. Pelo planchado, brillo en los labios, pollera negra y medias can can del mismo color; camisa, tacos y sobretodo. Nervios, satisfacción y frío. Había olvidado por completo las indicaciones de la profesora de Oratoria y no dejé de mover las manos mientras explicaba el desarrollo de la investigación que me había tenido en vilo un año entero: la construcción de las noticias relativas al conflicto entre Argentina y Uruguay por la instalación de fábricas de pasta de celulosa en el río Uruguay. 
De público, además del tribunal evaluador, había un grupo de estudiantes de la carrera que probablemente hayan querido ver lo que en algún momento les llegaría; la tía Marga y el mayor de sus hijos, el inevitablemente querible Martín Ignacio. En primera fila y cerca de la puerta estaban Mariela, José y la Chula que no paraban de sacar fotos y grabar. También Jes y Clau; y en el centro del aula y con mirada expectante, mis viejos, los dos. Regalo de Dios. Les dediqué cada palabra esa noche, porque fue gracias a ellos que pude estudiar lo que quería. Vaya si se merecían verme recibida después de los esfuerzos que hicieron.
Defendí el trabajo y me aprobaron con un ocho. Volvimos a Gualeguaychú y escondidos detrás de un auto me esperaban Darío, la Glon y Rocío sacudiendo una botella de sidra que terminó toda en mi sobretodo y mi pelo planchado. En la puerta de casa habían pegado globos y un cartel que decía "felicitaciones amiga periodista". Comimos empanadas y brindamos.

3/9/12

una noche como esta

En el 2003 el 3 de septiembre cayó miércoles. Más o menos a la hora en la que escribo esto, con mi amigo José nos estábamos preparando para dar comienzo al primer programa de radio juntos. Él ya había incursionado en la radiofonía, yo no; y si bien ya llevábamos medio año de la carrera de Locutor Nacional de Radio y Televisión cursado, tenía nervios.
El programa se llamaba Escape. La radio, que según tengo entendido desapareció del dial uruguayense, era radio City, y se la encontraba a duras penas entre el 96 y el 97 de la frecuencia modulada. Era una emisora modesta, sin mucha publicidad y con la cantidad de oyentes necesarios como para nutrirse.
Al lado del estudio había una cancha de fútbol 5, y el aislamiento acústico con el que contábamos no bastaba para evitar que los pelotazos contra la pared que compartíamos salieran al aire.
Para ese primer programa llevamos material suficiente para leer y luego comentar, sobre temas livianos como diferencias entre el hombre y la mujer, efemérides, y además preparamos una interesante selección de temas musicales.
El operador era un chico del barrio, amigo de la infancia de José, que se llamaba Ricardo pero yo insistía en llamar Roberto. Buen pibe, con una paciencia enorme y una mirada buena.
Marbot, que al programa siguiente se sumaría, nos acompañaba desde el otro lado de la pecera.
Recuerdo no haber sentido el aire hasta tanto no llamó un oyente. Hasta ese momento todo se parecía a las prácticas que hacíamos en la facu, o peor, porque sin alguien que evaluara carecía totalmente de sentido. Saber que había alguien en alguna habitación de alguna casa prestando atención a nuestras palabras y participando del mundo que proponíamos fue magia pura.
Entonces parecía un juego, pero era real.
Y pensándolo bien, algo de juego hay en esto de hablarle a seres imaginarios, volátiles y sin rostro que están del otro lado, en algún lado, pero en realidad cuya presencia y atención no la podemos asegurar.

1/9/12

los beneficios y las necesidades de la mujer redonda

En Noruega las mujeres tienen un año y medio de licencia posparto paga, y el cónyuge tres meses de licencia paga obligatoria. En Argentina la licencia es bastante más corta, pero aún así, siendo mujer argentina embarazada he podido gozar de ciertos privilegios. 
La mayoría de los supermercados tienen una caja especial para personas que no están en condiciones de permanecer mucho tiempo paradas esperando, entre las que se encuentran las embarazadas. También suele haber playas de estacionamiento donde las futuras mamás cuentan con un lugar específico cerca de la puerta de acceso para dejar el auto.  Los encargados de seguridad de los bancos detectan al toque la cara de perrito mojado de una panzona ante la extensa cola hasta el cajero, y la acompañan hasta la ventanilla para avalar la justificación de tantos adelantamientos. También hay programas y planes del gobierno diagramados para las mujeres embarazadas sin cobertura de una obra social. 
Pero más allá de lo establecido por ley están la solidaridad y el sentido común de la gente. Las panzas con bebés adentro inspiran ternura. Las panzas muy grandes con bebés adentro causan compasión. Sea por H o por B, a las embarazadas se les brinda el asiento si no hay uno libre para ella, se les da paso, y hasta algún caramelito masticable en pleno centro, como me ocurrió un día.
Todos estos mimos son la manera que tiene la sociedad de dar la bienvenida al futuro ciudadano y decirle a la mamá "te acompañamos, queremos que descanses, que estés con tu hijo, que no le pase nada, que te sientas bien". Y la idea es que así sigamos, porque la hostilidad hacia las mujeres en algunas empresas (por ser justamente posibles futuras madres, con todo lo que eso implica) no me gusta nada. Por otro lado, no sé si la licencia posparto en Argentina es suficiente o si haría falta extenderla, lo sabré después de que lo viva; lo que sí creo es que después del parto se le debería dar permiso al padre para que no vuelva al trabajo a los pocos días. Porque la madre deberá abocarse al bebé pero alguien debe ocuparse de ella, de contenerla durante tan novedoso proceso. 
Las embarazadas necesitamos un mundo más tierno, más lento, suave y redondo; y algo de eso tenemos, pero siempre (y acá viene la parte en la que nos justificamos con la revolución que nos producen las hormonas), siempre, siempre, necesitamos más.