27/11/14

tragame tierra

Vivir en una ciudad con menos de cien mil habitantes tiene sus ventajas y sus desventajas. Para mi modo de ser y ver la vida, las primeras tienen más peso, sin embargo no dejo de reconocer a las segundas.
No hace mucho fui al banco con la intención de corroborar la existencia de mi cuenta y al introducir la tarjeta en la ranura, como es obvio, se me solicitó la clave.
Me la había olvidado.
Se trataba de un número de cuatro dígitos completamente desconocido para mi.
No me detuve en preocuparme por la falta de memoria, simplemente recurrí a la mesa de entrada, donde está Marcelo y él (que también me saluda por mi nombre), amablemente hizo los pasos para generar una nueva clave.
Otra ventaja de ciudad chica viví también en otro banco, el de la provincia. Esa vez me sumé a la cola equivocada. Al llegar a la caja y presentar mi cheque, el señor me preguntó qué hacía ahí. Le dije que la vez anterior había cobrado otro cheque en la misma ventanilla (obviando que aquella vez anterior me dijeron que hiciera esa cola porque andaba con mi hija menor de dos años a cuestas). Bueno, la cuestión es que el cajero, en lugar de mandarme a freir churros y hacer la cola que me correspondía, me dijo que me pagaba igual. Y me pagó.
Y cuento estos dos casos sin detenerme a mencionar las distancias cortas que nos ahorran muchísimo tiempo, el río acá nomás, la saludable costumbre de la siesta, las bocinas sólo para saludarnos; pero como dije al principio, vivir en una ciudad de no más de cien mil habitantes también tiene sus desventajas.
Cuando le conté esta anécdota a Vivi, me dijo que era "buenísima para una sesión denominada 'Tragame tierra', dentro de un programa de radio". Poco antes de quedar embarazada de mi segunda hija saqué turno en un centro de diagnóstico por imágenes para hacerme una ecografía transvaginal, sin preguntar, claro, qué médico me la iba a hacer. La cuestión es que cuando se abrió la puerta del consultorio, el muchacho de ambo blanco que dijo "Melchiori" y esperó que yo entrara, era el primo de un ex. De mi misma edad. A quién había visto por última vez en un boliche, o en un cumpleaños, no se. La engorrosa cuestión es que me conocía con el tipo que iba a hurgar un buen rato en mi vagina con ese artefacto y ese gel, y en ese momento (sólo en ese momento) envidié a las mujeres que se hacen ecografías transvaginales en ciudades con más de cien mil habitantes.

14/11/14

canción para este viernes a mitad de la espera

...muerta de miedo le rogaba al cielo que te deje llegar lejos, mucho más que yo.