29/11/12

los principios

Escribir sí

Ganesha es panzón, por lo mucho que le gustan los caramelos. y tiene orejas y trompa de elefante. Pero escribe con mano de gente.
Él es maestro de indicaciones, el que ayuda a que a gente empiece sus obras. Sin él, nada en la India tendría comienzo.
En el arte de la escritura, y en todo lo demás, el comienzo es lo más importante. Cualquier principio es un grandioso momento de la vida, enseña Ganesha, y las primeras palabras de una carta o de un libro son tan fundadoras como los primeros ladrillos de una casa o un templo.

Eduardo Galeano. Espejos, una historia casi universal


Robé esto de por ahí por una frase, la que dice que cualquier principio es un grandioso momento de la vida. En historias de amor considero que si el comienzo no es grandioso entonces la historia no lo será. Directamente no será historia. Más o menos lo mismo pienso de los textos, pero de eso ya hemos hablado bastante. Ahora prefiero detenerme a pensar en principios más cotidianos que pasamos por alto sin observar su grandiosidad: 
Como el principio de cada día, con los ruidos de la calle que se acercan y se confunden con el sueño. El lento y pesado abrir de los ojos. Esa luz que entra. La almohada tibia.
Como los primeros pasos de la elaboración de una torta, cuando las yemas de los dedos se encuentran con la harina. Las pequeñitas partículas que vuelan y caen dispersas sobre la mesa. La madera de la mesa. La rugosidad que le dejaron viejas amasadas. La incorporación de los elementos húmedos. La unión. El olor a vainilla.
Las primeras palabras de una conversación, cuando el color de la voz de uno llega al otro y se reconoce; o se desconoce y se descubre.
O el primer mordisco en un durazno, cuando la lengua se encuentra sorpresivamente con la felpa fresca y seca de la fruta, cuando cruje la piel y brota el dulce. Cuando los ojos descubren el color. 
El resto de los bocados no serán tan sensacionales como este.

En abril de 1896, el señor John C. Rice (Billy Bilke) le dio a la señorita
May Irwin (Beatrice Byke) el  primer beso de la historia del cine.




20/11/12

prueba y error

Benja

Dos días antes de su cuarto cumpleaños Benja tuvo una idea, pero no se la dijo a nadie. Benja quería saber algo y sólo la experiencia le daría la respuesta.
En la casa estaban él, su hermana de seis años y sus papás. Ninguno de ellos iba a inhibirlo, pues tenía con todos la confianza suficiente como para hacerlos partícipe del experimento, de arriesgarlo todo sin temor al fracaso. Ellos no iban a quererlo menos si la cosa no salía como la esperaba.
Entonces empezó a saltar. Saltó. Saltó otra vez. Dio un salto cortito, uno hacia adelante y otro con más envión. Saltó lo más alto que sus piernitas delgadas le permitieron y siguió saltando un rato más sin dejarse vencer por la fatiga que la tarea le provocaba.
-¡Qué bien, Benja!, le dijo el papá pensando que quizás el niño buscaba llamar la atención y necesitaba algunos aplausos, ¡qué bien!.
Pero Benja no pretendía recibir halagos.
Con la respiración agitada y en su media lengua se reconoció vencido y lamentó: ¡No puedo volar!

12/11/12

querer ser chica


Para andar en la bici roja. Treparme en el pino inclinado de la plaza Ramírez. Hacer equilibrio con Petra en los alambrados de Sarandí y castillos de arena con Matías y Martín en esos extraños bulevares.
Para tomar mate cocido con la abuela Yiya y el abuelo Paco, sentados en el patio.
Para enterrar monedas con la esperanza de desenterrarlas en algún futuro habiendo recordado a cuántos pasos del árbol y en qué dirección había dispuesto dejar "el tesoro".
Para tomar la leche y comer tostadas con manteca en lo de Caro, mirando a Flavia en la tele.
Para inventar coreografías con las canciones de Los Rodríguez, a pesar de no terminar de entender muy bien las letras.
Para viajar a La Plata con mami a visitar a Claudio. Y para que cuando venga Claudio de La Plata mami haga helado casero.
Para batir un nuevo record saltando a la cuerda.
Para subirme a mi hamaca preferida de la plaza Urquiza y que papá me empuje bien fuerte. Y que después me compre en el kiosco una bananita Dolca y un paquete de pastillitas Yapa.
Para sentir el olor a humedad de la piecita del fondo de la casa de la abuela Adela, donde está lleno de libros, algunas fotos viejas y dentro de una bolsa de tela, las piezas de un juego de ajedrez.
Para escuchar el silbido del señor que afila cuchillos en las siestas sordas de Gualeguaychú en verano.
Para nadar en el río hasta que llegue la tardecita y mis dedos estén arrugados "como los de una vieja".
Querer ser chica.
Para tener ganas (y no miedo) de seguir creciendo.



6/11/12

tecnología, bien gracias

La agenda de Damián

Mientras que el mundo moderno se desvive por avanzar en nuevas tecnologías que le permiten crear recordatorios y agendar aniversarios y cumpleaños, él insiste en anotar en pañuelitos descartables lo que no tiene que olvidarse de hacer.