21/11/13

semblanza para tu cumpleaños

Podría decirse que nací tarde. Bah, tarde en la linea de tiempo familiar, porque en definitiva nacemos cuando nos toca nacer y punto. Prueba de esto que digo es la diferencia de edad que tengo con mis hermanos. Claudio, Andrea y Fabricio. Cuando llegué, ellos estaban decidiendo qué carrera estudiar, de manera que crecí entre adultos con privilegios de unigénita. Dada esta circunstancia que no viene al caso profundizar ahora, jugué más con mis sobrinos mayores que con mis hermanos. Sin embargo hay uno de ellos que desde siempre ha tenido la capacidad de regresar a la infancia y arrastrar consigo a quien se proponga.
Me muestran las fotos, que se pasaba las siestas de sus vacaciones de estudiante universitario disfrazándome con ropas de los abuelos. 
Harto, supongo yo, de tanto que le pedía que me contara el cuento de la caperucita roja me convenció que la niña fagocitada por el lobo feroz y su abuelita estaban enterradas en la cocina de casa, y que además era puro cuento eso de que el cazador las había salvado. ¡ A él también se lo habían comido!
En fin, meterme los perros en la bañera mientras yo estaba bajo la ducha, robarme las papas fritas del plato; irrumpir en mi habitación, desgraciarse y mandarse mudar cerrando la puerta, son apenas algunos ejemplos. 
Hace unos cuarenta años que dejó el cuerpo de niño. Quien lo conoce ( pero no tanto como yo) dirá que estoy fabulando, porque su imagen es de hombre serio, parco, seco. Pero no estoy mintiendo. Explico: correr a alguien con una rana toda una tarde de campo y no perder de vista el objetivo hasta lograr prender al pobre bicho en una de las piezas de la bikini de la víctima no es algo que haría un abogado de 47 años, pero sí es algo que haría el Chali.