5/6/12

crónica de un lunes de junio

Desde hace un tiempo, cada vez que la alarma del celular le recuerda que hay que levantarse ella se encuentra prácticamente en la misma posición en la que se quedó dormida. La panza, que ha crecido notablemente los últimos días le impide conciliar el sueño de espaldas al techo como lo ha hecho toda su vida. Prende el velador que está sobre la mesita a su derecha y busca a tientas, entre libros y potecitos de crema, los anteojos de siempre, los que sólo han visto quienes la sorprenden entrecasa; más tarde, cuando los ojos logren despegarse del todo, se pondrá los lentes de contacto. Al mismo tiempo pero sin tanto escándalo se despierta Damián. Es lunes, ni la noche ni el fin de semana alcanzaron para descansar lo que pretendían, el ringstone elegido como alarma es tan irritante como los otros treinta que propone el aparato y sin embargo él se despierta de buen humor. Él no entiende como a ella le cuesta ser amable esos primeros minutos de cada día y a ella no le cabe la posibilidad de sonreír ante tales circunstancias. Aún así, cada mañana han sabido negociar a quién le toca hacer el desayuno y quién puede remolonear unos minutos más.

A las ocho arranca el programa de radio. El conductor también está de buen humor, o al menos eso demuestra a los oyentes. En el transcurso de la mañana ella realiza las intervenciones que cree necesarias y enfoca su atención en tomar notas de las entrevistas y subir noticias a la página Web que no deja de reclamar actualización. El juez de instrucción resolverá en los próximos días la situación procesal del imputado por la presunta violación de una menor. Inspección municipal clausuró un comercio de la ciudad. El campo convocó a un paro agropecuario. Organizan actividades por el día mundial del medio ambiente. La mañana la consume. De no ser por las cada vez más frecuentes ganas que le dan de hacer pis, no se levantaría de la silla hasta la hora de irse. Últimamente su cuerpo manda más que su mente, su voluntad quedó supeditada a aquello que no le haga mal a la bebé que lleva adentro. Recuerda que ayer se cumplieron cinco meses, y de repente, todo lo que pasa en el estudio más la misérrima producción para el programa que conduce a la tarde le importan un bledo. Las pataditas de Miguelina le dan cosquillas, se lleva la mano a la panza y nadie lo nota, pero está sonriendo y es la mujer más feliz sobre la tierra.

Un mensaje de texto de “Ma” llega en el momento justo como para quitarse una preocupación de encima: “Hice croquetas de pollo. ¡Vienen a comer?”. Cómo negarse a tan delicioso mimo. Aunque tuviera la heladera llena de opciones para el almuerzo no desaprovecharía la oportunidad de comer lo elaborado por las manos de mamá. Y Damián tampoco, porque seguro liga un plato más calórico y elaborado que el que ella pueda hacerle.

Tras el almuerzo, la vida en las ciudades pequeñas le da una segunda oportunidad a la fiaca y eso se llama siesta. Los negocios cierran y las calles se aquietan por unas horas, y entre las cuatro y las cinco de la tarde todo recobra movimiento. A esa hora regresa a la radio. La luz de “aire” se enciende a mitad de una enérgica cortina musical y su voz se escucha diciendo: “Muy buenas tardes a todos, bienvenidos a la tarde de radio Máxima, bienvenidos a esto que es: ‘Más tarde que nunca”. Al igual que la mañana, la tarde también se escurre, aunque con más adrenalina. Este lunes, al despedirse de los oyentes se sintió satisfecha con el programa, a pesar de ese entrevistado que surfeaba entre las preguntas que no le gustaba responder.

Afuera hace mucho frío y ella detesta las bajas temperaturas. No ve las horas de llegar a la casa, bañarse, comer algo y acostarse. Se consumió la mañana, como esas velitas petizas que se usan en decoración. También la tarde, y así los días. De no ser por ese trabajo de redacción que le encargaron no hubiera sido consciente de todo lo que ocurre entre que se pone y se quita los lentes. Mientras escribe su lunes como si lo hubiera vivido otra persona, lamenta no disponer de más caracteres para no tener que obviar tantos detalles. Tenía razón Borges, piensa; y en una página cualquiera de la agenda copia textual: “Entre cada tarde y cada mañana ocurren hechos que es una vergüenza ignorar”.

6 comentarios:

  1. Preciosa crónica, es verdad que si uno toma verdadera conciencia de los miles de hechos mínimos que dejamos escapar, una sonrisa, un gesto, un chiste, la vida pareciera dividirse en postas de largada y llegada. ¡Celebremos las pequeñas cosas!

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  2. Me encantó. Y sí... así se nos pasa. Y todavía no puedo creer no haber visto esa panza de CINCO meses ya!

    Mon Dieu!

    Por suerte he logrado que ningún día sea igual a los otros, lo que por ahí los alarga un poco más. Pero si el día fue "corto", pero bueno no quedan cosas fuera de la cebecita y la memoria.

    Ustedes también se turnan para hacer el desayuno? Lo teníamos en práctica ccuando Mario y yo laburábamos a la misma hora y para le mismo lado... Ahora soy yo la que seguro se queda remoloneando un poco más, antes de levantarme a estudiar :)

    ¡Qué deleite para nosotros este curso de redacción que estás haciendo!

    Y qué deleite seguramente esas croquetas de Adelita. Mis besos a todos por allá.

    La tía Chuli :D

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  3. De resaltar las cosas simples se trata este blog, y si son lectoras es porque también valoran esas cosas.

    Gracias a las dos!

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  4. Muy lindo Sa¡¡¡ para variar me vuelvo a emocionar con las cosas que escribis....parece que uno te esta escuchando. Te quiero muchos besos a los TRES....

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  5. Hermoso Sabi!!! Me encanta, te leo siempre. Siempre estas y estan toda la flia. Melchori en mi corazón... Los mejores recuerdos, besitos!

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  6. A esto lo leí antes. ¡Cómo no! Pero no hay ningún comentario marguístico. Eso se debe a dos posibles causas: a mis fallos cuando intento suspenderme en este blog o dejar mis comentarios en otros o -más probablemente- a la emoción que me sigue despertando verte a través de lo que escribís, Sabi. Algo hace que mis ojos se nubles y se me anude la garganta.
    Abrazo, bella.

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Yo también me suspendo con lo que decís