En Noruega las mujeres tienen un año y medio de licencia posparto paga, y el cónyuge tres meses de licencia paga obligatoria. En Argentina la licencia es bastante más corta, pero aún así, siendo mujer argentina embarazada he podido gozar de ciertos privilegios.
La mayoría de los supermercados tienen una caja especial para personas que no están en condiciones de permanecer mucho tiempo paradas esperando, entre las que se encuentran las embarazadas. También suele haber playas de estacionamiento donde las futuras mamás cuentan con un lugar específico cerca de la puerta de acceso para dejar el auto. Los encargados de seguridad de los bancos detectan al toque la cara de perrito mojado de una panzona ante la extensa cola hasta el cajero, y la acompañan hasta la ventanilla para avalar la justificación de tantos adelantamientos. También hay programas y planes del gobierno diagramados para las mujeres embarazadas sin cobertura de una obra social.
Pero más allá de lo establecido por ley están la solidaridad y el sentido común de la gente. Las panzas con bebés adentro inspiran ternura. Las panzas muy grandes con bebés adentro causan compasión. Sea por H o por B, a las embarazadas se les brinda el asiento si no hay uno libre para ella, se les da paso, y hasta algún caramelito masticable en pleno centro, como me ocurrió un día.
Todos estos mimos son la manera que tiene la sociedad de dar la bienvenida al futuro ciudadano y decirle a la mamá "te acompañamos, queremos que descanses, que estés con tu hijo, que no le pase nada, que te sientas bien". Y la idea es que así sigamos, porque la hostilidad hacia las mujeres en algunas empresas (por ser justamente posibles futuras madres, con todo lo que eso implica) no me gusta nada. Por otro lado, no sé si la licencia posparto en Argentina es suficiente o si haría falta extenderla, lo sabré después de que lo viva; lo que sí creo es que después del parto se le debería dar permiso al padre para que no vuelva al trabajo a los pocos días. Porque la madre deberá abocarse al bebé pero alguien debe ocuparse de ella, de contenerla durante tan novedoso proceso.
Las embarazadas necesitamos un mundo más tierno, más lento, suave y redondo; y algo de eso tenemos, pero siempre (y acá viene la parte en la que nos justificamos con la revolución que nos producen las hormonas), siempre, siempre, necesitamos más.
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Yo también me suspendo con lo que decís