29/5/12

con las piernas a prueba

Nadie nos creía capaces de poder viajar como mochileras al noroeste argentino. Nadie. El apoyo que recibíamos se limitaba a no poner resistencia porque en definitiva ya teníamos edad de decidir por nuestra cuenta. Mi amiga y yo ya habíamos hecho una viaje juntas cuando éramos adolescentes; un viaje del tipo convencional con agencia de turismo de por medio y paquete completo. Comodidad y seguridad garantizadas. Esta vez en cambio, todo era azar. A excepción del rumbo que tomaríamos y de ciertos lugares que nos propusimos conocer, el resto era aventura. Palabra excitante como pocas en el extenso glosario castellano. Y para nosotras aún algo más que eso: la oportunidad de que cada una se ponga a prueba con su propio espíritu y con su par de piernas, el desafío de enfrentar lo inesperado sea bueno o sea malo, las ganas de comernos al mundo y la certeza de que podíamos hacerlo.

La primera de las casi mil fotos que terminaron completando la memoria de ambas cámaras nos la tomaron nuestras madres el 3 de enero por la mañana en la terminal de ómnibus de Gualeguaychú, un rato antes de subir al colectivo que nos llevaría a Córdoba. A pesar de la mala luz de la imagen es de mis fotos preferidas, al verla recuerdo el orgullo de mí misma que sentí en ese momento.

Teniendo como objetivo destinos tan lejanos, cruzar el litoral hasta llegar al centro del país pareció un trayecto corto. En Córdoba el viaje recién empezaba, sus sierras no serían más que un trampolín hasta la puna y su “no se qué” me dejarían por siempre las ganas de volver. De todos modos, fue allí donde cumplimos el primer desafío y salimos a caminar la ruta. Sabíamos que nos deparaban esfuerzos mayores, por eso no nos quejamos demasiado durante los primeros siete kilómetros entre Villa General Belgrano y Santa Rosa de Calamuchita. Más fuerza todavía me dio recordar la socarrona carcajada de mi hermana cuando me probé por primera vez la mochila y caminé del comedor a la cocina a la velocidad que lo hizo Armstrong en la luna. Ni en ese cortísimo trayecto de la casa de mis padres, ni en toda la ciudad donde crecí hay ondulaciones en el terreno como las que en ese momento aliviaban o mortificaban mis cuádriceps, según si nos tocaba avanzar en bajada o en subida. Lo sospechábamos, pero no sabíamos a ciencia cierta que eso era apenas una entrada en calor.

Desde Córdoba capital atravesamos de sur a norte, y de noche, la provincia de Santiago del Estero hasta llegar a San Miguel de Tucumán una mañana que acababa de llover y el apático sol no lograba a secar la humedad. Desconocíamos la infantil rivalidad entre tucumanos y salteños hasta que mantuvimos la primera charla con el dueño del hostel donde pasamos la noche, un señor morocho que bien habría podido disimular su prominente vientre y sus tetillas deprimidas de no haber andado con la camisa desprendida todo el tiempo. Olvidamos sus comentarios localistas pero aceptamos una sugerencia, y al día siguiente viajamos a Tafí del Valle. Si hay algo de lo que puedan alardear los tucumanos frente a los salteños y a cuanto argentino tengan enfrente, es sin duda este lugar. Flores, muchas flores; abundante verde, aire fresco, ríos serpenteantes que vienen bajando de las montañas que rodean la ciudad, cabañas de madera, niños ricos paseando en cuatriciclos por las tranquilas calles, caballos de crines largas que parecieran haberse olvidado los príncipes azules; y para nosotras, el mejor almuerzo de todos los tiempos: queso de cabra y ciruelas disecadas sobre las gigantescas piedras que costeaban el río.

Eso también fue un precalentamiento, los lugares que nos faltaban conocer eran iguales o más hermosos. En general, el avasallante paisaje del oeste norteño vivido de la manera que elegimos me hizo sentir pequeña, me enseñó a discriminar lo esencial de lo intrascendente, a entender que también es argentina esa mujer de sobrero y trenzas largas que carga a un niño en una wawa, al fin llegué a conocerme lo suficiente como para saber de lo que soy y de lo que no soy capaz de hacer y me acercó a Dios de tantas ganas que tuve de aplaudir al autor de todo aquello; lo más impensado, quizás, es que le agregó valor a mi paisaje litoraleño de todos los días y a los inmensos ríos que allá arriba no veía.

 Polvo, cerros secos, rojos, naranjas y amarillos; cabras, llamas, alpacas, vicuñas y vacas flacas. Cardones, adobe, miradas profundas, silencios, erkes, faldas amplias, aliento a coca, viento, salinas, noches frías, vino, ají, orégano, tunas, historias de batallas, carnavales, madretierra, procesiones. Da lo mismo si es Maimará, Purmamarca, Humahuaca o Tilcara. Toda la puna llora a los Quilmes, y le reza tanto a la Pacha como a la Virgencita de Copacabana del Abra de Punta Corral; y como ocurre en todos lados, nadie entiende muy bien qué les fascina del lugar a los que llegan de visita: “Acá vienen a pasear médicos y abogados desde Buenos Aires”, me dijo sorprendida ante el permanente paso de turistas la mujer que por cinco pesos argentinos nos dejó dormir en la entrada de su casa y usar su baño.



6 comentarios:

  1. Para tu próximo viaje sería interesante que te unieras a Couchsurfing, una red social donde te ofrecen alojamiento sin ánimo de lucro, sólo intercambio cultural

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  2. Es verdad lo que dice Rafael, funciona más que bien, aunque los que han pasado por lo de José y Mariela (dos couchsurferos) siempre fueron extranjeros.

    Hermosa experiencia, siempre me animo con hace algo parecido cuando lo veo... pero no dejo de tener miedo a la ruta. Miedo pelotudo, pero supongo que es que no tengo las suficientes ganas.

    Ya lo haremos. Aunque me llama más Uruguay, pero la Argentina toda me encanta y me gustaría conocerla. Capaz hago la prueba con el paísito a ver cómo me va :P

    Excelente relato Sabi! Es para el curso que estás haciendo?
    Besotes a los 3!

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  3. Mochilear es una asignatura pendiente en mi vida, y no la he resignado ni pienso hacerlo. Leer este relato me llena de alegría. Qué hermoso poder decir, al final de tu vida, "viajando a pie conocí y disfruté algunos de los lugares más bellos del mundo". Creo que sería el mejor legado. Un abrazo gigante!

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  4. Bueno a ver si se van dejando de cuestiones pendientes y empiezan a organizar la mochileada! yo puedo prestarles mi mochilota y mi bolsa térmica.

    Es cierto lo que dice Cass, me voy a sentir orgullosa siempre por haber hecho este viaje que relato.

    Sí Chula, es el trabajo que envié para el sexta jornada del taller de redacción de crónicas, de Hernán López Hechagüe. A propósito: MUY RECOMENDABLE.

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  5. Me encantaron las fotos y el relato Sabi!! Y es verdad, una se siente chiquitita cuando observa y contempla esos paisajes impactantes de Argentina. Recomendadisimo el viaje!!

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  6. Me encantó lo que escribiste amiga!! Es increíble lo presente que tengo el viaje, no me canso de rememorar anécdotas, de contarlas cada vez que surge el tema. Sin dudas describiste muy bien ese increíble viaje, aunque la experiencia de haber estado allá es super recomendable, no se compara con nada..
    Te quierooo!!!

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Yo también me suspendo con lo que decís