las cosas de Borges

No soy de leer mucha poesía y tampoco suelo leer a Borges. Puedo decir (y sólo por el bachillerato en letras) que lo conozco apenas un poco. Sé de su fobia a los espejos, de su ceguera amarillenta, de su amistad con Bioy Casares. Asocio a él los laberintos por La casa de Asterión y me cuesta imaginar al Martín Fierro con un fin que no sea el que relató Borges, pero nada más. Siempre quise saber más.

Hoy mientras desayunaba lei en el diario que se cumplían 110 años de su nacimiento. Me acordé, como dije antes, de los espejos, del minotauro, Recabarren... de esa especie de rechazo a los peronistas... Y me acordé también que había una poesía en particular que cuando la lei a mis 17 me llegó de tal forma que la dejé señalada en el único libro de Borges que hay en mi bibliotequita. Hacia allí fui, ahí estaba el libro y la cintita bebé color azul estancada en la página 335: "Las cosas"

El bastón, las monedas, el llavero,
la dócil cerradura, las tardías
notas que no leerán los pocos días
que me quedan, los naipes y el tablero,
un libro y en sus páginas la ajada
violeta, monumento de una tarde
sin duda inolvidable y ya olvidada,
el rojo espejo occidental en que arde
una ilusoria aurora. ¡Cuántas cosas,
limas umbrales, atlas, copas clavos,
nos sirven como tácitos esclavos,
ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
no sabrán nunca que nos hemos ido.


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