No hay una carcajada igual a la otra y sin embargo todas son hermosas; las hay mudas, entrecortadas, estridentes y esas terriblemente contagiosas.
Duele la panza, lloran los ojos, se inunda el aire de a, jota y a.
Se salen solas sin permiso... como los estornudos. Y los rostros se vuelven niños. Se embellecen.
Hay sonrisas falsas, pero carcajadas no.
La resaca de una carcajada es puro placer, porque algo vibró dentro llegando a cada rincón del cuerpo haciendo cosquillas.
Se siente rico sacarle una carcajada a alguien.
No hay como el coro de muchas risas a la vez; pero qué decir de las carcajadas bebé, de esas risotadas gordas, ahogadas, mojaditas en baba que nacen del beso ruidoso de mamá en el ombligo.
Se escapa el alma por la boca cuando reímos.
Cierto, muy cierto. Me encanta reirme... de hecho se sabe que la mía es contagiosa por aquél videíto que Mario filmó riéndome de los gatitos con Mitonía congénita. :P
ResponderEliminarY si la risa no es contagiosa, quién puede explicar esto?
http://www.youtube.com/watch?v=EeauvE1M7qc
Y hacer reír, difícil oficio diario. Por suerte vengo con la valla bastante invicta.
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