Desde dónde yo estaba, que no era ahí, imaginé a Julián [ojos color del barro] mirando hacia arriba. El cielo ya a oscuras, cubierto por las bocas abiertas de las cornetas. El nerviosismo del coordinador, que él no llegaba a comprender del todo pero le alcanzaba para saber que aquello era algo importante, y que al final, como en el fútbol, se podía perder o se podía ganar. A un costado resguardando sus pasos estaría su mamá, orgullosa, enamorada. Pensé que Julián estaría hermoso con su traje de friselina sosteniendo su propia corneta, igual que la de los demás, con los mismos motivos pintados con esmalte brilloso sobre la hojalata, pero acorde a su tamaño de hombrecito de cinco años.
Sabía lo que tenía que hacer porque lo había ensayado varias veces allá en la casa de la mamá de Sebastián, en calle Jujuy pasando Seguí. Además, el día anterior cuando fueron a una radio, tras escucharlo tocar, la periodista que le preguntaba un montón de cosas lo felicitó y al final todos lo aplaudieron.
Y por esto y más, el carnaval es lo que es. Salú! y feliz carnaval :)
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