Verónica se había ido, lejos. Para enseñar y para aprender, porque ella quiere que el mundo sea un lugar mejor para todos. Quiere que nadie explote a nadie. Quiere personas libres. Quiere justicia.
Cuando regresó, Verónica estaba llena de cosas nuevas. Tantas vivencias le habían agrandado el mundo, y las palabras se le salían solas por la boca.
La noche que Verónica regresó la luna también estaba llena, y flotaba blanca sobre el campo entrerriano.
Entonces Verónica escribió:
El cinturón de Orión apenas se insinúa. Hay fondo de cielo azul clareado y velos de nubes trazados al descuido, como plumazos desparramados, suspendidos entre el espacio y el suelo.
El campo también está velado; masas oscuras de árboles se acercan y se alejan mientras viajo de regreso. De a ratos, las claridades a ras de tierra se me figuran linares florecidos, aunque... ni siquiera sé si es el tiempo del lino. Solo sé que me gusta su color sobre el campo, cielos de lino ensayando giros entre los dedos del viento. Y el frescor tan verde de los alfalfares. Y las masas rojizas y densas del sorgo...
Pero el sorgo es de marzo, pensó.
Verónicasoledad.
Verónicasilencio.
Alguna luz a lo lejos.
Y la luna redonda y blanca se adueñó de todas sus visiones.
Gracias, amiga genrosa y colega sin precio...
ResponderEliminarGracias a vos por dejarme robar tu texto!
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