26/1/13

todos tenemos algo con qué impresionar a los demás

Yo puedo mover las orejas y descalzar ambas caderas. También soy capaz de doblar la primera falange de mi índice dejando bien recto el resto del dedo.
Ana, mi compañera de aire de cada tarde puede poner así su pulgar:



Y vos?

25/1/13

city tour


La costanera estaba llena. De gente, de risas, de música, de perfumes, de plumas, de ojotas, de cerveza, de sol. En el puerto, frente a la plaza Colón se ofrecían paseos en lancha por el río Gualeguaychú y Uruguay. A un costado, interrumpiendo el tránsito de calle Del Valle se instaló la feria de artesanías, y los turistas pasaban de maravillarse con las prolijísimas pulseras de macramé, a preguntar los precios de los cuchillos y luego de los mates y más allá una señora de caderas anchas se probaba un pareo. Ahí cerquita, el bus que nos llevaría a recorrer la ciudad estaba todavía estacionado a la espera de más pasajeros, cuando un matrimonio de unos treinta años (de casados) se sumó al tour. Y entonces el chofer puso primera y arrancó:


Lento pero ininterrumpido. Había mucho para ver y también eran muchos los autos cuyos pasajeros, al igual que nosotros, paseaban por Avenida Morrogh Bernad. Fuimos bordeando el río Gualeguaychú  pasando por los obeliscos, la heladería, el hotel, la parrilla, el casino, el balneario y la piscina pública hasta llegar al puente naranja, el puente Méndez Casariego. Mientras lo cruzábamos muchos hubiéramos preferido que se detuviese en el medio, porque desde allí la vista era fantástica. A ambos lados. El sol reflejaba fuerte sobre el agua y el río parecía de plata. Y dispersos entre costa y costa flotaban veleros, kayaks, lanchas, piraguas, canoas, un catamarán y muchos de esos coloridos bicibotes. Allá a lo lejos las playas se veían abarrotadas de gente. Como hormigueros. Chiquititos, uno pegadito al otro.

Se terminó el puente y nos zambullimos en el verde del parque. Ceibos. Talas. Espinillos. Tipas. Eucaliptos. Un papá atajando penales. Una nena en bici con rueditas. Unos novios tomando mate. Bajo la sombra, una familia numerosa ocupaba una de las mesas de madera, y unos pasos más allá los restos de la leña yacían sobre una parrilla. Pocas ciudades tienen un parque tan hermoso. ¿Pensarían lo mismo el resto de los pasajeros?

El matrimonio resultó ser de Villa Libertador San Martín. Habían pasado más de diez años desde la última vez que visitaron Gualeguaychú. Para ellos el recorrido fue como conocerla de nuevo. Le sacaron fotos a la plaza y a la Catedral, descubrieron la casa más antigua de la ciudad, ponderaron el aspecto del teatro remodelado y al llegar a la avenida Rocamora extendieron la vista hasta la copa de las viejas palmeras. Él recordó que “antes los corsos se hacían acá”. Hablaron de las comparsas, de las majestuosas carrozas y de los laboriosos detalles de los trajes. La noche anterior habían estado en el carnaval, pero esta vez el corsódromo los sorprendió desnudo; como un gigante echado al sol.

El colectivo bordeó el corsódromo y tomó por Avenida Parque hasta reencontrarse con el puerto, el paseo Nicaragua primero y el muelle de los pescadores después. A la izquierda los galpones y allá enfrente, en la isla, ese extraño castillo. Y nuevamente los artesanos. Y el guía del catamarán. Y un señor ofreciendo departamento para alquilar. Y las ojotas. Y los helados. Y  los turistas probándose espaldares y tocados. Y la música. Y el sol ya más bajo.

21/1/13

un nuevo blog

Enhorabuena, señoras y señores, se enredaron las margaritas. 

18/1/13

chaná

La inundación del 59 fue tan grande que desbarrancó las costas. Agitó la tierra. Y entonces, el suelo que pisamos pudo hablar. Las tierras del sur entrerriano le contaron a un hombre alto y generoso una historia que nadie conocía. Entonces, lo que hasta el momento se sabía de los pueblos originarios que habitaron esta zona, como la tierra, también se dio vuelta. 

Don Manuel Almeida fue un maestro rural, de convicciones firmes y valores enormes, que tenía como pasatiempo buscar fósiles de la mega fauna (gliptodontes, megaterios, mastodontes). Andaba en esto cuando un buen día encontró restos de cerámicas que contradecían lo que hasta el momento todos creían: que los aborígenes que habitaron el sur de la provincia no confeccionaban vasijas con asas y que tampoco las decoraban. Vaya sorpresa la de Don Manuel al ver las prolijísimas guardas en esos pedacitos de cerámica, y las asas, que no sólo formaban parte del recipiente sino que hasta tenían la forma de la cabeza de animales de la zona.

¿Cómo detenerse, cómo dejar a un lado aquel arqueológico entretenimiento cuando lo que los ojos descubren modifica la historia?
 
“En el nuevo mundo hubo alguna vez un pueblo que vivía feliz en una tierra fecunda, generosa y libre. Hombres libres, señores de la tierra, que dejaron de serlo cuando el suelo que habitaban comenzó a llamarse América”. 

Manuel Almeida


16/1/13

turismo y urbanismo


"A mí, Mar del Plata es la ciudad que más me gusta de la costa. Es hermosa la diseñadura de ciudad que tiene. Contra eso, no hay con que darle", le dijo Rubén, un taxista de 53 años, a Pablo.

10/1/13

nada el pájaro y vuela el pez

Hace dos años murió María Elena Walsh, integrante del grupo de seres que no se van cuando fallecen. Digo yo. Porque han dejado huellas, que no se borran, a través de su obra. En este caso de sus canciones, y de sus textos, como este que habla sobre la pena de muerte:

Fui lapidada por adúltera. Mi esposo, que tenía manceba en casa y fuera de ella, arrojó la primera piedra, autorizado por los doctores de la ley y a la vista de mis hijos.
    Me arrojaron a los leones por profesar una religión diferente a la del Estado.
    Fui condenada a la hoguera, culpable de tener tratos con el demonio encarnado en mi pobre cuzco negro, y por ser portadora de un lunar en la espalda, estigma demoníaco.
    Fui descuartizado por rebelarme contra la autoridad colonial.
    Fui condenado a la horca por encabezar una rebelión de siervos hambrientos. Mi señor era el brazo de la Justicia.
    Fui quemado vivo por sostener teorías heréticas, merced a un contubernio católico-protestante.
    Fui enviada a la guillotina porque mis Camaradas revolucionarios consideraron aberrante que propusiera incluir los Derechos de la Mujer entre los Derechos del Hombre.
    Me fusilaron en medio de la pampa, a causa de una interna de unitarios.
    Me fusilaron encinta, junto con mi amante sacerdote, a causa de una interna de federales.
    Me suicidaron por escribir poesía burguesa y decadente.
    Fui enviado a la silla eléctrica a los veinte años de mi edad, sin tiempo de arrepentirme o convertirme en un hombre de bien, como suele decirse de los embriones en el claustro materno.
    Me arrearon a la cámara de gas por pertenecer a un pueblo distinto al de los verdugos.
    Me condenaron de facto por imprimir libelos subversivos, arrojándome semivivo a una fosa común.
    A lo largo de la historia, hombres doctos o brutales supieron con certeza qué delito merecía la pena capital. Siempre supieron que yo, no otro, era el culpable. Jamás dudaron de que el castigo era ejemplar. Cada vez que se alude a este escarmiento la Humanidad retrocede en cuatro patas.


Y de regalito, para ponerle play, una de sus canciones: "Sábana y mantel"