Ganesha es panzón, por lo mucho que le gustan los caramelos. y tiene orejas y trompa de elefante. Pero escribe con mano de gente.
Él es maestro de indicaciones, el que ayuda a que a gente empiece sus obras. Sin él, nada en la India tendría comienzo.
En el arte de la escritura, y en todo lo demás, el comienzo es lo más importante. Cualquier principio es un grandioso momento de la vida, enseña Ganesha, y las primeras palabras de una carta o de un libro son tan fundadoras como los primeros ladrillos de una casa o un templo.
Eduardo Galeano. Espejos, una historia casi universal
Robé esto de por ahí por una frase, la que dice que cualquier principio es un grandioso momento de la vida. En historias de amor considero que si el comienzo no es grandioso entonces la historia no lo será. Directamente no será historia. Más o menos lo mismo pienso de los textos, pero de eso ya hemos hablado bastante. Ahora prefiero detenerme a pensar en principios más cotidianos que pasamos por alto sin observar su grandiosidad:
Como el principio de cada día, con los ruidos de la calle que se acercan y se confunden con el sueño. El lento y pesado abrir de los ojos. Esa luz que entra. La almohada tibia.
Como los primeros pasos de la elaboración de una torta, cuando las yemas de los dedos se encuentran con la harina. Las pequeñitas partículas que vuelan y caen dispersas sobre la mesa. La madera de la mesa. La rugosidad que le dejaron viejas amasadas. La incorporación de los elementos húmedos. La unión. El olor a vainilla.
Las primeras palabras de una conversación, cuando el color de la voz de uno llega al otro y se reconoce; o se desconoce y se descubre.
O el primer mordisco en un durazno, cuando la lengua se encuentra sorpresivamente con la felpa fresca y seca de la fruta, cuando cruje la piel y brota el dulce. Cuando los ojos descubren el color.