Esa noche cuando fui a visitar a mis padres, presencié un mal entendido entre mi hermana y sus amigos culpa de una coma mal puesta, o nunca puesta.
El mensaje de texto que mi hermana y su esposo habían recibido mientras viajaban de Buenos Aires a Gualeguaychú decía: "Si hacemos algo los contamos?", por lo que mi cuñado entendió que los amigos aún no habían resuelto hacer algo y querían saber si en caso de hacer algo, contaban con ellos. Así como también entendió que tras haberles contestado que los cuenten, sus amigos iban a avisarles si hacían algo.
Habiendo pasado demasiado tiempo y notar que nadie avisaba nada, llamaron a los amigos. Éstos les dijeron que ya estaban haciendo el asado y que, como habían quedado, los estaban esperando.
De manera que aquel mensaje que recibieron durante el viaje se debió haber escrito así: "Sí, hacemos algo. Los contamos?"
A raíz de tal confusión mi cuñado recordó un ingenioso texto sobre un testamento que sirve para demostrar cómo una coma puede cambiar la intención.
El original decía: Dejo mi fortuna, a mi hijo Juan no a Pedro tampoco al doctor nunca a los Jesuitas.
Luego de leerlo, el hijo Juan colocó las comas de tal manera que la fortuna quedó para él: Dejo mi fortuna a mi hijo Juan, no a Pedro, tampoco al doctor, nunca a los Jesuitas.
Sin embargo, Pedro también pudo dejar todo a su favor gracias a las comas: Dejo mi fortuna, a mi hijo Juan no, a Pedro, tampoco al doctor, nunca a los Jesuitas.
El doctor también: Dejo mi fortuna, a mi hijo Juan no, a Pedro tampoco, al doctor, nunca a los Jesuitas.
Y los Jesuitas también!!!: Dejo mi fortuna, a mi hijo Juan no, a Pedro tampoco, al doctor nunca, a los Jesuitas.
Escribir no es joda. Los signos de puntuación no están al pedo. Por ese mensaje mal redactado mi cuñado se fue al asado habiendo comido ya dos milanesas.